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miércoles, 16 de agosto de 2023

LA IGLESIA DE SAN PABLO EN EL MUNICIPIO DE PEDRAZA, MAGDALENA


En el pueblo de Pedraza en el departamento del Magdalena, anidado en el regazo de la naturaleza y custodiado por la serenidad del tiempo y del Río Magdalena, se erige la iglesia de San Pablo. Este lugar sagrado, donde las paredes han absorbido muchos años de oraciones y susurros de devoción, sirve como un faro de esperanza y un refugio espiritual para quienes buscan consuelo y alegría. Con sus grandes paredes que cuentan historias de tiempos pasados, se presenta como un santuario que une lo divino y lo humano. Sus arcos ojivales cuidadosamente elaborados crean una atmósfera que trasciende lo terrenal, invitando a los corazones a elevarse y a encontrar paz en su interior.

En este rincón de serenidad y calma, alguien encuentra un motivo para regresar, un anhelo de revivir momentos de felicidad. Las personas impulsadas por recuerdos y emociones que parecían perdidos en el tiempo, se encuentran de nuevo ante las puertas de la Iglesia de San Pablo en busca de consuelo y la oportunidad de reencontrarse con la alegría que alguna vez llenó su corazón.

Las bancas de madera, que han acogido a generaciones de fieles, ahora esperan con paciencia el regreso de muchas almas deseosas de reavivar las llamas de la felicidad. Las velas encendidas, con sus destellos suaves y cálidos, parecen saludar al viajero que busca la luz en medio de la oscuridad emocional. Las figuras de los santos en el altar, parecen sonreír con comprensión, listas para ofrecer su guía y apoyo.

El reencuentro con la iglesia de San Pablo es también un reencuentro con la comunidad, con las voces y risas que llenan el aire. Los lazos que se forman aquí, entre las personas y lo sagrado, dan testimonio de la profunda conexión humana y espiritual. Los abrazos cálidos y las palabras de aliento que fluyen en este espacio sagrado reflejan la capacidad de la comunidad para brindar esperanza y alegría en tiempos de necesidad. Aquí, se aprende que la felicidad no solo es un recuerdo, sino una experiencia continua que podemos revivir al conectarnos con lo que realmente importa: el amor, la comunidad y la espiritualidad. Este lugar de serenidad y trascendencia permite a aquellos que lo visitan encontrar un sentido renovado de alegría y propósito.

sábado, 8 de abril de 2023

AYER DECIDÍ QUEDARME


Plaza Olaya Herrera en Zambrano, Bolívar Foto: JL Romani A 
Ayer decidí quedarme en el pequeño pueblo de Zambrano, en la Región Caribe de Colombia donde hace mucho calor y el tiempo pasa con mucho letargo. Me había quedado atrapado allí debido a una falla en mi automóvil y no tenía más opción que esperar a que el mecánico lo reparara. Afortunadamente, el pueblo era acogedor y la gente era amable. Me alojé en la pequeña posada de Jairo Cañas en el centro del pueblo, rodeado de muchas personas y algunos árboles que brindaban sombra en medio del intenso calor. La primera noche, salí a caminar para explorar el pueblo. Las calles estaban tranquilas y desiertas, con solo unos pocos locales que seguían abiertos en la plaza principal llamada Olaya Herrera. Me detuve a tomar una bebida fría en una heladería, donde conocí a algunos de los locales. Me contaron historias sobre el Río Magdalena y me dieron consejos sobre qué lugares visitar durante mi estadía en el pueblo. 

Los siguientes días se convirtieron en una rutina pacífica. Me levantaba temprano, disfrutaba de un desayuno ligero siempre de mojarra o bocachico frito y luego pasaba la mañana leyendo en la hamaca que había en el jardín de la posada. Por la tarde, salía a explorar los alrededores del pueblo, visitando las vistas hacia el inmenso río y paisajes de ensueño de la Ciénaga Grande. Las noches eran el momento más animado del día. La gente se reunía en la plaza central para disfrutar de la música en vivo y la comida local. Probé nuevos sabores y bebidas exóticas mientras bailaba bajo las estrellas con mis nuevos amigos. 

A medida que pasaban los días, me di cuenta de que había encontrado algo especial en ese pequeño pueblo. Era un lugar donde la vida era más sencilla y la gente valoraba las cosas simples de la vida. Me había alejado de la rutina agitada de la ciudad y había encontrado la paz en la tranquilidad de este sencillo pueblo. 

Finalmente, el mecánico reparó mi automóvil y fue hora de partir. Sin embargo, antes de partir, me despedí de mis nuevos amigos con la promesa de volver algún día. Ahora, cada vez que la vida se vuelve demasiado agitada, pienso en mi estadía en ese pequeño pueblo y en cómo me recordó la importancia de disfrutar de las cosas simples y encontrar la felicidad en la calma.